miércoles, 11 de diciembre de 2013

Liliana Varela



                    



Foto enviada por Steve Reaper Overlord Ddod


El   Extraño   Ser                                          


                                   Una vez llegué a pensar que ese ser extraño y peligroso  era  invencible; que  jamás podría conseguir  librarme de él. Y por desgracia no me equivoqué.
Cuando conocí dicho espécimen, pensé--ciertamente—que quizás fuese difícil relacionarnos, pero me esperancé imaginando que con el tiempo aprendería a sobrellevar la situación de una manera pacífica y normal. Nuevamente me equivoqué.
¿qué  se  debe  hacer  cuándo todos los caminos se han  intentado sin éxito?
Reconozco que sentí frustración--y quizás algo de resignación --ante el hecho consumado; luego reflexioné  y volví a armarme de valor: debía  derrotar  al enemigo que estaba destruyendo mi mundo y acabando  con  mis sueños y proyectos; al enemigo que, si  no detenía su actuar, terminaría acabando conmigo y con los míos; pero ¿cómo?
Desde  el  principio mi  intuición me advirtió sobre él, debía por  tanto tener cuidado.
Intenté por  todos  los medios convencer a los  míos sobre la gravedad de la situación; les informé sobre la perspectiva creciente y dimensional--a corto y largo plazo--del  obrar del ser en cuestión. Pero, como ocurre  siempre, no tomaron en cuenta mis opiniones; creyeron que exageraba, que deformaba una situación en la cuál, si bien no se descartaba la evolución maligna del ser, no resultaría tan complejo el "manejo" realizado por ellos si se lo hacia en una forma inteligente y planificada.
Obviamente, ellos también se equivocaron.
El ser fue--con el tiempo--abarcando más y más campo de acción; ahora, no sólo intervenía en nuestro actuar externo, sino también en nuestra intimidad; nos hacia ser  distintos de cómo éramos; de a poco nos  iba convirtiendo en seres parasitados con un solo objetivo en común: servir al amo; obedecer a aquel  agente  patógeno que nos había infectado cuerpo, alma y mente.
Llegamos a entablar guerras siniestras entre nosotros, a destruirnos y autodestruirnos, mientras él en su trono de amo, vigilaba y disfrutaba de nuestras conductas; a veces pienso que en ocasiones ni siquiera nos prestaba atención, siéndoles nuestras personas totalmente indiferentes. Pero en fin, lograba lo que deseaba.
Nos fue invadiendo de una forma tan sutil, que cuando notamos la realidad, ya estábamos atrapados cual  insectos en la tela de una araña que sin estar hambrienta aún, disfruta de su víctima el mayor tiempo posible.
A veces el Ser parecía "compadecerse" de nuestro sufrir y --quizás movido por algo de "humanidad"-- nos permitía unos momentos de libertad, dejándonos así creer que no fuese tan malvado en el fondo y que podríamos acercarnos a él de alguna manera.
Grave error.
Cuando creíamos que todo podría arreglarse entre nosotros, el ser parecía transformarse nuevamente--como  para no distorsionar su imagen de monstruo-- y volvía a aferrarnos en sus largos y apretados tentáculos.
No teníamos vida propia, nuestra vida era una prolongación de la del ser, y lo más triste es, que sabiéndolo no podíamos hacer nada para defendernos de su influjo, nos sentíamos impotentes e incapaces de actuar en su contra.
Intentamos comunicarnos con él, atacarlo—obviamente en escasos raptos de locura-- pero todo era inútil.  Estábamos alienados por él.
Buscamos ayuda en el exterior; nadie nos podía definir " qué  clase de ser  era ese", algunos opinaban que  provenía del espacio ó de un mundo paralelo, otros, pensaban que había sido producto de un experimento de laboratorio, los más religiosos opinaban en cambio, que era el Anticristo anunciado; pero en definitiva nadie  podía clasificarlo en ninguna categoría.
Yo personalmente, pensaba--a veces--que era un castigo enviado por Dios o el destino para hacerme sufrir...  vaya a saber por qué.
Luego de intentar en vano, tipificarlo, quisimos al menos ver si alguien nos podía dar información sobre su conducta, forma de vida; por desgracia aquí también fallamos. Nadie conocía su etiología.
De esa forma, sin saber "qué" era, ni "cómo" actuaba, nos sentimos aún más perdidos todavía. Sólo  contábamos con un campo final: de qué forma destruirlo, y a esa búsqueda final nos abocamos.
Nos aconsejaron la diplomacia como primer  medida "hacerse amigo del enemigo" lo cuál nos causó mucha gracia, ya que no sabían--los consejeros--con lo que estaban tratando.
--Si quieres lograr su amistad, te ahoga aún más --le explicamos viendo su reacción de total asombro-- .
El segundo consejo fue: "Poder quebrantar su mandato, intentando no obedecer", de esta forma según los estudiosos del tema, el ser, al sentir que no obedecíamos, perdería fuerzas y poco a poco se iría  extinguiendo. Nuevamente asombramos a estos nuevos consejeros:
--Si intentas serle indiferente, te ataca aún más y de todas las maneras posibles hasta encerrarte en un  laberinto peor aún que el del Minotauro, y terminas finalmente hincándote a sus pies y obedeciendo el doble de lo que obedecías antes.
Los consejos que siguieron eran, desde violentos hasta ilógicos e irracionales.
Descubrimos finalmente que no existía arma alguna que pudiese contra él: todas fallaban, el ser mutaba ante cualquier nuevo ataque, adaptándose a las nuevas armas y agrandando sus fuerzas y su poder.
Estábamos totalmente perdidos. Nunca podríamos vivir nuestra propia vida mientras el extraño ser siguiera  existiendo.
Al final nos resignamos a nuestras pobres y miserables vidas; estábamos condenados a servir al amo por el resto de "su" vida --y  quizás también de la nuestra.
De repente un día llegó una noticia: se había podido finalmente, catalogar al ser extraño; por lo menos ahora, aunque no supiésemos cómo deshacernos de él ni explicar su obrar, podíamos saber "qué era". Esto no  constituía un gran avance para nuestra era contemporánea  pero nos daba esperanzas para creer que las  generaciones futuras--nuestros propios descendientes--podrían encontrar la respuesta a los dos enigmas restantes, principalmente al primero, pudiendo de esta forma gozar de la libertad que nosotros no pudimos tener.
                                      Hoy, si bien seguimos siendo esclavos--desde ese día al menos--sabemos cómo  llamar al ser maligno que nos esclaviza; los científicos lo denominaron "Homo  esclavinius  Soeghratus   infectus "; pero nosotros, vulgarmente le decimos: Suegra.
Por lo tanto sólo nos queda el consuelo de criticar al ser por su verdadero nombre.            

 De "cuentos varios" 2006

Foto enviada por Hana Perntóva

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